“El alma empujó quizá al hombre en su evolución corporal, pero está cansada de tironear y sigue sola adelante”. Julio Cortázar

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Momentos



Entramos al camerino empapados en sudor y entonces, sucede lo insólito. Al entrar, sentada como si hubiera nacido allí, como si nada la moviera por fuera, una chica amarrándose un zapato sentada en la banca del camerino. Y comienzan los líos que los jugadores nos empezamos a trazar en la mente: ¿será que en realidad se da cuenta de nuestra existencia, de nuestro paso por su vida, mediante pasos medidos milimétricamente en el instante en que nos ve, o será que sí nació allí, y en ningún momento se le pasa la cabeza nuestra existencia?
La verdad es una duda inquietante, pero lo que si se puede notar a leguas, es lo que piensa el actor secundario, cada jugador: algunos, al verla invadiendo nuestro espacio, al pasar hacia las regaderas enderezan su columna y hacen como si no la vieran, otros, siendo más realistas, siguen ignorándola, y los personajes más tristes, los que no se dan por aludidos en ese mundo, se dirigen rápidamente hacia la canilla y se van inmediatamente, sin el esfuerzo que toma pensar en si le caerías bien, cuales son sus gustos, por qué se está amarrando los zapatos (¿puro juego felino o simple y pura consecuencia de un mal ajuste de cordones?). Yo por mi parte, enderezo mi espalda, miro vagamente, ella ni se inmuta, me acerco encorvando de nuevo el cuerpo hacia las regaderas, bebo medio litro de agua, enderezo esta vez con menos precaución y menos entusiasmo mi espalda, miro hacia afuera, algunos miran y siguen murmurando cosas, y salgo para seguir en la rutina, en el entrenamiento, y mientras tanto, ella seguirá amarrándose los zapatos tal vez hasta disfrutando de la instancia, o simplemente blasfemando mientras no es capaz de meter el fleco y mágicamente, luego de que todos salen del camerino, de ese cuarto infernal llamado camerino, dueño de tantos gritos y sueños por cumplir, de allí mismo sale ella, como anunciando que en verdad sí que se daba por aludida a nuestras miradas, o tal vez sería puro juego del destino. 

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