“El alma empujó quizá al hombre en su evolución corporal, pero está cansada de tironear y sigue sola adelante”. Julio Cortázar

miércoles, 10 de octubre de 2018

Frío

Quisiera escribir, es la única manera de pasar este trago agridulce, quisiera desahogarme, quisiera soltar esta carga.
Llevo semanas intentando iniciar, la única frase que encontraba era "he extraviado algo". No sabía qué iba a escribir, sobre qué, solo sabía que esta frase tenía que ser el centro de mi párrafo.
¿Qué he extraviado? Tras semanas, casi meses, encuentro que he extraviado, he perdido, he olvidado la noción de mi ser. He olvidado transmitir de manera fidedigna mis sentimientos, he perdido las ganas de escribir, he olvidado todo lo que he hecho, he extraviado las ganas de recordar.

En el día te recuerdo, te miro, te disfruto, te siento, te huelo, te amo. En la noche te odio, ya no estás, no quiero recordarte. ¿Qué haré en el momento mismo en que ya sepa que no vas a estar más, que solo serás un triste pedazo de memoria que trata de recordarte, en el preciso instante en que no seas ya en mi?
No sé qué haré, no quiero pensarlo. He extraviado algo, ese algo, sos vos. Te he perdido sin remedio, y es mi trabajo y mi karma remar contracorriente y olvidarte contra todo pronóstico.

lunes, 27 de noviembre de 2017

A donde vas?

Me preguntaron en algún momento cuál era mi meta, cual mi camino a seguir, cuales serían los desafíos, los posibles retos. Nunca tuve certeza de responder correctamente, siempre contestaba por seguir de largo.
Me preguntarán ahora, y describiría cada curva de tu cuerpo, curvas que no conozco tanto como desearía, cuerpo que me acoge tras largas tardes, tras largo camino.
Es tu boca manjar, tus ojos salvajismo, tu espalda es mi hogar, y tus hombros mis cimientos. Es tu pelo mi alegría, son tus senos música, tus piernas ritmo y tu cadera el compás a seguir.
Sos vos mi pasión, mi lujuria.
¿A dónde nos llevará este alegre trasegar? Solo de nosotros depende, amor.

martes, 9 de agosto de 2016

Una historia de amor

La dama, que bien sabía lo que hacía, cinicamente seguía jugando con él.

Y así se pasaron la vida, entre un tira y afloja, entre grandes ausencias y pequeños guiños, entre sugerencias y malentendidos, hasta que uno se enamoró.

martes, 16 de febrero de 2016

El segundo descubrimiento de América

Bueno, después de mucho tiempo, vuelvo a publicar algo en este blog, que, aunque tengo muy abandonado, aún le sigo teniendo mucho cariño y nunca me he olvidado de él. En estos momentos, tengo pensado un proyecto muy bueno con este blog, pero no puedo decir mucho porque todavía es una posibilidad muy vaga, pero seguro que si lo logro, va a ser de lo más bacano y trataré de ser lo más serio posible. Obviamente, está relacionado con mi vocación de profesional en deportes. 

Pero por el momento, y para no dar simplemente este aviso que si mucho leerán dos personas, les compartiré un pedazo del libro que me estoy leyendo en estos momentos "Fútbol a sol y sombra" del maestro que en paz descanse Eduardo Galeano, y como lo dice el título, se llama este capítulo 'El segundo descubrimiento de América'. La verdad es que este libro no tiene desperdicio, y hace que hasta el más desentendido empiece a entender todo el sentimiento que hay detrás del fútbol de la mano de uno de los mejores hinchas de la historia. No siendo más, los dejo con el capítulo, y ojalá que esto los lleve a comprarse el libro que, aunque muy caro, vale cada peso.

Para Pedro Arispe, la patria no significa nada. La patria era el lugar donde él había nacido, que lo mismo le daba porque nadie lo había consultado, y era el lugar donde él se deslomaba trabajando de peón para un frigorífico, que también le daba lo mismo un patrón que otro cualquiera en cualquier otra geografía. Pero cuando el fútbol uruguayo ganó en Francia la Olimpíada de 1924, Arispe era uno de los jugadores triunfantes; y mientras miraba la bandera nacional que se alzaba lentamente en el mástil de honor, con el sol arriba y las cuatro barras celestes, en el centro de todas las banderas y más alta que todas, Arispe sintió que se le rompía el pecho.
Cuatro años después, Uruguay ganó la Olimpíada de Holanda. Y un dirigente uruguayo, Atilio Narancio, que en el 24 había hipotecado su casa para pagar los pasajes de los jugadores, comentó:
-Ya no somos más aquel pequeño punto en el mapa del mundo.
La camiseta celeste era la prueba de la existencia de la nación, el Uruguay no era un error, el fútbol había arrancado a este minúsculo país de las sombras del anonimato universal.
Los autores de aquellos milagros del 24 y el 28 eran obreros y bohemios que no recibían del fútbol nada más que la pura felicidad de jugar. Pedro Arispe era obrero de la carne. José Nasazzi cortaba piedras de mármol. Perucho Petrone era verdulero. Pedro Cea, repartidor de hielo. José Leandro Andrade, musiquero de Carnaval y lustrabotas.Todostenían veinte años, o poco más, aunque en las fotos parecen señores mayores. Se curaban las patadas con agua y sal, paños de vinagre y unos cuantos vasos de vino.
En 1924, llegaron a Europa con pasajes de tercera y allá viajaron de prestado, en vagones de segunda, durmiendo en asientos de madera y obligados a disputar un partido tras otro a cambio del techo y la comida. Camino de la Olimpíada de París, disputaron en España nueve partidos y ganaron los nueve.
Era la primera vez que un equipo latinoamericano jugaba en Europa. Uruguay enfrentaba a Yugoslavia en su partido inicial. Los yugoslavos enviaron espías a la práctica. Los uruguayos se dieron cuenta, y se entrenaron pegando patadas al suelo, tirando la pelota a las nubes, tropezando a cada paso y chocándose entre sí.
Los espías informaron: Dan pena estos pobres muchachos, que vinieron de tan lejos…
Apenas dos mil personas asistieron a aquel primer partido. La bandera uruguaya fue izada al revés, con el sol para abajo, y en lugar del himno nacional se escuchó una marcha brasileña. Aquella tarde, Uruguay derrotó a Yugoslavia 7 a 0.
Y entonces ocurrió algo así como el segundo descubrimiento de América. Partido tras partido, la multitud se agolpaba para ver a aquellos hombres escurridizos como ardillas, que jugaban al ajedrez con la pelota. La escuela inglesa había impuesto el pase largo y la pelota alta, pero estos hijos desconocidos, engendrados en la remota América, no repetían al padre. Ellos preferían inventar un fútbol de pelota cortita y al pie, con relampagueantes cambios de ritmo y fintas a la carrera. Henri de Montherlant, escritor aristocrático, publicó su entusiasmo: “¡Una revelación! He aquí el verdadero fútbol. Lo que nosotros conocíamos, lo que nosotros jugábamos, no era, comparado con esto, más que un pasatiempo de escolares”.
Aquel fútbol uruguayo de las Olimpíadas del 24 y del 28, que después ganó los Mundiales del 30 y del 50, fue posible, en gran medida, gracias a una política oficial de impulso a la educación física, que había abierto campos de deportes en todo el país. Han pasado los años, y de aquel Estado con vocación social sólo queda la nostalgia. De aquel fútbol, también. Algunos jugadores, como el muy sutil Enzo Francescoli, han sabido heredar y renovar las viejas artes, pero en general el fútbol uruguayo está lejos de ser lo que era. Son cada vez menos los niños que lo juegan, y cada vez menos los hombres que lo juegan con gracia. Sin embargo, no hay ningún uruguayo que no se considere doctor en tácticas y estrategias del fútbol y erudito en su historia. La pasión futbolera de los uruguayos viene de aquellas lejanías, y todavía sus hondas raíces están a la vista: cada vez que la selección nacional juega un partido, sea contra quien sea, se corta la respiración del país y se callan la boca de los políticos, los cantores y los charlatanes de feria, los amantes detienen sus amores y las moscas paran el vuelo.

miércoles, 19 de agosto de 2015

A una chica en el pasillo

Has sido piel morena, a veces blanca y otras trigueña. Has sido piernas flacas, y también musculosas. Has sido espalda ancha, acogedora, y has sido espalda angosta. Has sido conversaciones agradables y peleas vehementes. Has sido desilusión, has sido reencuentro. Has sido hogar y desahogo. Has sido celos, rencor y pataletas. Has sido ojos que me inundan en tu ser. Has sido alegría, has sido tristeza.
Hoy... Hoy sos esperanza de nuevo, mañana tal vez presente, hoy me encontrás con nueva piel, nuevas piernas, nueva espalda. Hoy me mirás de frente y me retas a desearte. Yo hoy me encojo de hombros, te veo pasar. Hoy no sos más que el pensamiento que te añora, extrañando un vientre cálido que antes me brindaste. Hoy sos algo desconocido, mañana tal vez presente, pero hoy no sos nada, amor.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Afasia


  • No te necesito -hipócritamente dijo sin pensar en lo que esto podría desencadenar-. No es bueno para nadie depender de otra persona, ¿sabes? El amor... es mejor cuando no se confunde con necesidad.

Mientras, la mujer sin poder articular, apenas balbuceaba un llanto desagradable, combinado con flema, lágrimas y un poco de mal aliento. Le había cruzado por encima un tractor, lento, como masticando cada pedazo de su cráneo que se partía en mil pedazos. Quería argumentar, el amor... él. 

Él se marchó, de nuevo, sin pensar en ella. Unos días después, tal vez unas semanas, ella tuvo su discurso preparado. Eran las palabras precisas, todo el contenido que lo podía hacer cambiar de idea. Lo invitó a cenar, pero él no aceptó. Entonces tomó riesgos y fue a su trabajo. Llevó un pétalo de rosa en su bolso, que se había quedado en uno de sus pantalones luego de hacer el amor con él. Tenía un sobre, en él, algunos fragmentos de Cortázar, tal vez un poco de Darío Jaramillo, una que otra anécdota graciosa, un pedazo de "La vie en rose" de Edith Piaf. Además, traía un vino, ya había hablado con su jefe y tenía todo preparado. 

De este encuentro, quedó un rostro todo pintoreteado, con una lágrima que bajaba negra primero por su mejilla, luego directo al suelo. Eran las palabras justas, con el toque de gracia perfecto... Solo había una cosa mal. ¿Fue demasiado tarde, o fue la persona incorrecta? Ay Lucía... I think you just deserve better.