Durante muchos años he notado que cada hogar tiene su esencia, su olor. Desde la ropa, lo cual lo notó en alguna ocasión Jorge, un amigo del colegio, '¿vos por qué olés tan bueno ome?', y nos reíamos al respecto. Con la persona que más he notado esto es con mi primo Sebastián, familia la cuál desde muy pequeño supe distinguir su aroma, y desde aquellas épocas (me perdonarás negro por no habértelo dicho hasta la fecha) comprendí que no me agradaba y peor, casi que era alérgico a ese olor que desprendía aquél hogar, es por eso Sebas que casi siempre mis respuestas fueron negativas a las frecuentes invitaciones a dormir en tu casa, además de la invitación en alguna oportunidad a vivir en tu casa en aquellas épocas tan difíciles. Lo que me llama hoy a escribir este pequeño texto, a lo que quiero dedicarle otro rato más de reflexión pero ahora dejándolo materialmente, es ese aroma del que he estado hablando, y lo que me hizo hacerlo justamente en este momento fue el aroma de mi tierra, Valledupar, tan diferente al de mi ciudad adoptiva, Medellín. No sabría ser capaz de describir tan sensacional aroma, y no es sólo cuando viajás en avión, también me había pasado antes en los viajes en bus, cuando te montás en un aparato de esos es como si entraras en una máquina del tiempo, no me gusta bajarme a comer en el camino ya que perdería la sorpresa del aroma... Estás en Medellín, cogés el metro con las dos maletonas al lado, repletas a más no poder, te miran como diciendo 'este va pa' la terminal' y nunca se equivocan, es la virtud de los medios de transporte masivos, la de distraernos un rato, sea durmiendo o imaginándonos la vida de las demás personas... Llegás, resulta que el bus sale en una hora exacta, tiempo que no es suficiente para volver a casa y hacer algo más, así que te quedás en la terminal, es un tiempo inerte el que pasás ahí, sucumbiendo a lo que te pongan en el televisor ahí arriba, todos inertes hasta que llaman, o no falta el que no deja de mirar el reloj. Apenas dejás las maletonas en el baúl y entrás al bus ya es otro cuento, hablaba yo con mis primos de estos viajes y contaban que ellos se toman antes de entrar dos dramamines, y zas, de una te podés zampar un viaje de 18 horas si querés y seguir embobado, el tomar las pastillas podría ser un grave error, conveníamos, ya que si se te sienta al lado una chica bien linda, y zas, le vas roncando todo el viaje, mala primera impresión, pero bueh, de lo que quería hablar era de como al entrar te integras a un nuevo ambiente, el olor a aire acondicionado es irremediablemente asqueroso, entrás a una máquina del tiempo, como mencionaba antes.
Esta vez no recordaba el aroma de mi tierra, me sorprendió, como tu mamá diciendo 'te lo dije',así mismito me cayó. Bajarse del avión y sentir ese aroma tan diferente, un aroma a vallenato, dirían muchos, pero para mi, es el aroma de mi familia, de mi querida familia, de mis tías, de mis primos... El mundo sabe poner las cosas en su lugar, y si me hizo alérgico al aroma de mi primo será por algo. El aroma es el que decide quién será el amor de tu vida y quién no, porque de pronto te enamorás de una chica, todo bien, hasta que la visitás a la casa y ahí empezás a estornudar, mala señal. En cambio, el instinto busca ese aroma adecuado, el ambiente adecuado, una casa a la que llegás y ten sentás en el sillón con toda tranquilidad, y ella no tiene que desparramarse la ropa en lociones, es ese olor natural el que te atrae, el aliento perfecto, y la temperatura exacta a la hora del abrazo y el beso.
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