Mientras le seguía haciendo fuerza a mi selección
Colombia para que clasificara al mundial en Qatar, mis amigos seguían
insultando al técnico:
- No, es que ¿por qué no ponen a Berrío de técnico de
la selección?
- Sencillo. Este es de la casa. Además, hasta tiene
rosca con el presidente.
- No, es que en este país esto nunca va a cambiar.
Siempre lo mismo. Debería el equipo tener mucho más toque… Además ese tal Pérez
ya le queda grande la camiseta.
Luego de tanta quejadera, volví a tomar un trago de
cerveza helada, y seguí viendo el partido. Estábamos en mi casa… No era gran
cosa, pero era bastante acogedora. Mientras yo estaba en el mueble con Juan y
Fernando, mi hijo de 5 años correteaba por la casa lloriqueando como un bebé.
Siempre me disgustó que correteara a la hora en que yo veía mis partidos, pero
Milena, mi esposa, siempre dijo que debíamos dejarlo jugar, o sino en la noche
no nos dejaría dormir. Al final, el partido quedó 1-1 contra Chile, en
Medellín. Mi querida Medellín, mi hogar. Claro que la situación no estaba tan
fácil: trabajaba como taxista y ya casi nadie lo utilizaba gracias a la gran
cantidad de metro cable que invadía la ciudad, y todos los demás con carro… A
veces llegaba sin el dinero para la leche de mi hijo, y tenía que ver como
Milena con su mirada al vacío pensaba, mientras sacaba más dinero de debajo del
colchón, del cual ya no quedaba mucho.
Mientras tanto en el país estábamos en elecciones. La
verdad cómo siempre no le puse mucha entusiasmo a por quién votar, pero si me
llamó la atención un candidato. Prometía tantas cosas como otros pero sus
palabras eran diferentes. Parecía que fuera diferente a los anteriores. Este
hombre se llamaba Jorge Luis Pérez, un hombre que estudió en la Universidad de
Antioquia derecho, en tiempos de paro por una reforma que el gobierno de
entonces no logró concluir. Entre tantas cosas prometía darle más importancia
al deporte en el país, lo cual fue por lo que voté a favor de él.
Luego del tiempo de elecciones (que efectivamente ganó
el señor Jorge) la gente ponía mejor cara. Me volví a encontrar con Juan y pude
dialogar un poco sobre el tema…
- Este presidente va a cambiar la cara del país. Con el
nuevo proyecto del puerto en el Chocó, el país crecerá como potencia mundial.
Así de sencillo… Quizás y así si logremos clasificar al mundial, jeje.
- Pero, ¿de qué me estás hablando? Un poco más despacio
pues que me estoy perdiendo… ¿Un puerto en el pacífico?
- ¡Sí! –exclamó con mucho entusiasmo- Esto de pronto y
arregle la situación en el país… Es más, me ofrecieron un trabajito allá para
trabajar en la construcción, y te estaba buscando para ver si estabas
interesado.
- ¿Y es qué ya empezaron los trabajos?
- No, empiezan a mitad de año.
- La verdad estoy que lo pienso. El negocio del taxi ya
está muy acabado, y a veces me preocupa mucho la situación económica de mi
familia. Por cierto, ¿cuánto pagan?
- Bastante bien.
Volví a casa pensando. Por una parte estaba la
situación que estaba viviendo, pero ¿cómo sería cambiar de la ciudad en la que
había estado toda mi vida? Además ¿cómo se lo tomaría Milena? ¿Qué pasaría con
Peter?
- Amor, acabé de llegar.
- ¿Y cómo te fue hoy? –dijo ella con una voz irónica
- El negocio sigue igual. Pero me salió un nuevo
trabajo que si nos va a dar la solución…
- Eso mismo me dijiste la última vez con el taxi y nada
ha cambiado desde entonces.
- Pero esta vez se trata de trabajar en el proyecto que
hacen del puerto en el pacífico.
- ¿El que propuso el presidente?
- Ese mismo
Inmediatamente se volteó a mirar a nuestro hijo, que se
había orinado encima, y había vuelto llorando hacia donde su madre para que lo
cambiara. Después devolvió su mirada…
- ¿Qué pasará con nuestras vidas acá?
- Pues apenas arreglemos las cosas, nos devolvemos y
montamos otro pequeño negocio con el que nos podamos mantener.
- ¿Y el niño?
- Lo meteremos en una escuela allá, se que la educación
en Quibdó no es tan buena pero va a ser mientras que trabajo por allá.
- ¿Y es que te dan un buen dinero?
- Pues eso me dijeron…
Luego volvió a donde el niño y se fue sin decir una
sola palabra.
Mientras el bus más avanzaba, Milena se veía más
insegura. Aún así yo estaba seguro que con esto la situación tanto mía, como
del país iba a mejorar. Cuando llegamos, nos quedamos donde una prima de mi
esposa… Ella se llamaba Esperanza, era bastante acogedora con sus invitados,
pero aún así yo no quería que durara mucho porque no me gusta compartir casa
con otras personas. Al día siguiente me presenté en el trabajo y me tocaba
trabajar como obrero. Nada importante, pero aún así la paga era importante, ya
que el gobierno lo había decidido así para que el proyecto quedara mejor según
ellos.
Pasaban los días y nuestra situación mejoró bastante.
Recuerdo que la navidad de ese año pude regalarle un camión de juguete a mi
hijo, él estaba tan feliz pues era su primer regalo… Todo era tan feliz, a mi
esposa le di un ramo de flores gigante que le encantó y como no, pudimos
alquilar por fin una casa para nosotros. Nada podía estar mejor. El proyecto
también estaba avanzando positivamente y con la velocidad que se estaba
logrando para el otro año se supone que estaría listo. Era tan poco tiempo,
pero la tecnología último modelo importada para diseñar el lugar era
espectacular. Mi esposa cuidaba de nuestro hijo cuando volvía del colegio.
Éramos tan felices…
Luego de medio año los economistas ya le daban el visto
bueno al nuevo puerto. Era según ellos “la salida para Colombia a ser un país
importante en la economía del mundo”. Era simplemente emocionante este hecho. Y
aunque no lo creyera por otra parte, la selección estaba por pasar al mundial,
pero le faltaba la hazaña en la última fecha: ganarle a Brasil en Rio de
Janeiro para poder clasificar. Llegó el día del partido y en mi televisor
estábamos mi esposa, mi hijo un poco más grande y o esperando el partido. Las
directivas habían decidido darle la continuidad al mismo técnico y él estaba
respondiendo…
El partido fue bastante emocionante, además con el
grito de mi esposa en varias ocasiones, pero al final nuestra selección no pudo
pasar ya que en el último minuto Brasil logró sacarle el empate. Pero aún así
nada podía quitarme la felicidad de encima gracias al trabajo que tenía.
Pero, cuando faltaba poco para terminar la
construcción, unos días antes en las noticias escuché una noticia.
- Última hora: un grupo terrorista aún no identificado
ha atacado el cultivo de caucho en Asia, inyectando en algunos ejemplares el
hongo Microcyclus ulei. Este cultivo es el que cubre todas los fondos de caucho
en el mundo. Alerta mundial.
En ese momento no entendí la gravedad del caso, sólo
hasta que días después me llegó un correo al computador, diciendo que no se
necesitaban más trabajadores ya que no se iba a seguir con el proyecto… No
entendí como tan rápido todo dio un giro extraordinario. Inmediatamente me
dirigí hacia el puerto, ya prácticamente listo, sólo en falta de los barcos que
estaban por llegar. Era tan absurdo, un puerto con tantas novedades, lujoso,
con detalles increíbles, y desolado. ¿De qué servía un puerto sin caucho? No
había barcos por falta de caucho para hacerlos. Y es que, ¿por qué nadie más
tenía cultivos de caucho si es tan esencial en la vida cotidiana?
Tenía que explicárselo a Milena, pero ella ya se había
dado cuenta:
- Prácticamente es el fin. ¿Ahora qué vamos a hacer?
–me dijo ella desconsolada.
- Tranquila, nunca nos separaremos.
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