“El alma empujó quizá al hombre en su evolución corporal, pero está cansada de tironear y sigue sola adelante”. Julio Cortázar

domingo, 17 de marzo de 2013

Bitácora de una aventura

Buscando entre algunas notas, encontré este texto surgido de mi primera sesión de rol y narrativa. Si no estoy mal, es de hace 3 años y es, pues, el primer texto que escribí por gusto. 

Estaba el joven Justo, al cuál los jóvenes debían llamarle Justo Emperador escuchando la historia de su gran maestro Xeto: 

-De repente aparecí en una especie de entrada, tenía una antorcha y estaba junto a personas que no conocía, ni siquiera me conocía a mi mismo. Vi una salida al frente, caminé hacia ella y me encontré con una multitud en un coliseo, yo estaba en una de las entradas de la arena. La gente parecía furiosa, clamando justicia, mientras que nosotros nos dejábamos por el temor al ver que parecía que fuésemos nosotros los culpables. De repente un estallido sonó, luego algo parecido a una canción empezó a sonar. Fije mis ojos hacia donde provenía tal melodía y era un hombre bailando y cantando una coreografía que se me hacia conocida pero aún no comprendía. Uno de nosotros salió detrás a imitarlo, al parecer eran de las mismas costumbres y era un ritual de sus creencias. Otro al parecer vio algo y salió a correr detrás de eso. Yo miraba hacia el coliseo pues al verlo me venían imágenes conocidas pero aún incomprensibles. Hubo un momento en el que me voltee a ver a mis compañeros y no se encontraban allí, temí el haber quedado solo. Luego mire de nuevo al coliseo y distinguí una parte la cuál estaba vacía, era el palco. En ese momento más y más imágenes vinieron a mi mente y fue allí cuando recordé: ¡Yo debía estar allí!


Recordé el haber estado sentado allí algún día mirando hacia la arena, algo tenía que estar mal. Voltee a ver si algo había cambiado y algo empezó a sonar, un gran estruendo se escuchaba por todo el coliseo y todos al parecer se percataban de aquél asqueroso sonido. Era una gran reja abriéndose. En esos momentos pensé lo peor, pensé que iba a morir ese mismo día. Luego todo empezó a oscurecer; mi compañera que estaba en su ritual con el otro empezaron a hacerlo más fuerte, se acercaban a las gradas del coliseo y la gente les temía. Otro de nosotros los empezó a imitar al ver la reacción de la gente. Otros corrieron detrás de mi compañero el cuál había visto algo, al parecer era un arma. Yo me quede paralizado al ver que un pequeño pero fuerte ejército salía por aquella reja. Luego volví a reaccionar y decidí seguir a mis compañeros con el ritual, logre inmediatamente coger el ritmo de la canción. Luego los soldados empezaron a atacar a mis compañeros del arma, ellos esquivaban sus lanzas. Uno de ellos logro alcanzar el arma con la gran sorpresa de que no era un arma. ¡Era simplemente una hoya! Ahora ¿Cómo diablos íbamos a sobrevivir?


Gran cuestión esta maestro, – dijo Justo – pero mayor cuestión era la de cómo descifrar el porque del ataque.

Todo a su tiempo Justo, – dijo Xeto – todo a su tiempo.

El hombrecillo que había empezado el ritual – siguió su historia Xeto – nos hizo una seña a los que le seguíamos. No había entendido bien pero luego escuche a mi compañera diciéndole a mi otro compañero que la hoya era un punto clave, necesitábamos la hoya y al parecer los soldados querían cogerla. Aquellos soldados seguían intentando darnos muerte, pero nos resistíamos y esquivábamos sus lanzas. Hasta que uno de ellos logró dar a uno de nuestros amigos, se veía bastante herido. Otro lanzo otra y me rasgo el brazo, era bastante dolorosa esa herida que me había dejado y más aún porque yo no gozaba de un gran cuerpo, sino de una gran inteligencia. ¬

-Xeto tomo un sorbo de su cantimplora y siguió-

Después de esto mi compañero más cercano me señaló un hombre muerto y el cielo, lo interprete como que había que tener ese cuerpo antes de que algo pasara con el cielo. En el mismo instante en el que mi compañero me termino de decir esto, empecé a sentir entrar en trance. Así pues que Los soldados seguían detrás de nosotros y nosotros intentábamos darle la hoya al cabecilla. Uno de nosotros intentando llevar la hoya al cabecilla cayó torpemente dejando la hoya a pocos metros de él, expuesta tanto como él también quedaba expuesto. Uno de los soldados vio esto y lanzó una lanza la cuál le atravesó el cuello dejándolo muerto. Era uno menos, y quedábamos cinco contando al cabecilla. Cada vez se hacía más difícil nuestra salida de allí. Así que uno de aquellos soldados intentó saltarle encima a uno de nosotros pero este era más hábil y le cogió del cuello y lo mató. Los soldados eran aproximadamente diez, y todos eran más bien corpulentos, pero había algunos de nosotros que les superaban en fuerza así que aún había esperanzas. Luego mire hacia el piso y vi un costal, parecía estar lleno de algo así que lo abrí, al ver que había dentro eran armas. ¡ARMAS! Por fin una noticia agradable, así que saque una para mí y la mostré a mis compañeros. Todos al ver esto salieron corriendo por algún arma, el más fuerte de nosotros cogió un arma que yo no hubiera sido capaz de cargar, el resto cogieron armas normales. Pero el último que se acerco para obtener un arma fue atacado por uno de los soldados y murió al instante. Yo me acordé del cuerpo y fui a traerlo, un soldado me vio y quiso salir detrás de mí pero mis compañeros se lo impidieron y le dieron muerte

- Tomo aire y siguió –

Cuando regresé con el cuerpo me di cuenta que la hoya ahora la tenía el cabecilla y que dos de mis compañeros estaban luchando con los soldados, uno de ellos era el más corpulento, el otro no tenía nada que resaltara. También vi que el número de soldados había rebajado, que la gente parecía ya no tener miedo sino otra vez enojo y que el cielo parecía empezar a aclararse de nuevo. Recordé que mis compañeros habían dicho que antes de que el cielo hiciera algo debíamos obtener el cuerpo. Así que con prisa me acerque al cabecilla y le entregue el cuerpo, el le quito la cabeza y la introdujo en la hoya. Al el hacer esto escuche un gran grito, ¡El más fuerte de nosotros había caído! Aunque ya no eran más de 5 los soldados ya nos ganarían en la batalla. Después de este el otro también callo al piso desprotegido y murió. Pensé que sería nuestro fin. Después de esto el cabecilla sonrió, parecía agradarle lo que estaba pasando. Miré a mis compañeros para encontrar alguna respuesta y al parecer tampoco entendían nada. 
El cabecilla alzó la hoya lanzando un grito. El cielo se aclaró completamente y todos parecían alegres. Los soldados dejaron de atacar y nosotros simulando alegría seguimos al cabecilla con un gran grito. El cabecilla nos hizo señas de que saliéramos por la gran reja, no entendía nada pero aún así le hice caso. Al ir llegando a la reja miré hacia atrás y vi como le atravesaban una espada al cabecilla. Mis compañeros también lo vieron y todos salimos a correr.


¿Y quién era el cabecilla? –Preguntaba Justo Emperador – ¿Que tenía que ver la hoya, la cabeza y el cabecilla en esta historia? 
No lo sé. –Respondió Xeto- Es un enigma que nunca podremos resolver… 

No hay comentarios:

Publicar un comentario