Un día Jean
Pierre caminaba hacia el autobús como de costumbre, pero había algo de esas
cosas intangibles que se sentían en el ambiente. Bueno, se sentían en el
ambiente desde la perspectiva de Jean Pierre, porque para dar un ejemplo más
efectivo, a su lado en unos 2 minutos estaría sentado Johannes, para quién esas
cosas no tenían ningún sentido aquel día, simplemente llevaba el periódico
donde entre muchas otras cosas por error del editor decía el resultado de todos
los equipos menos el de su favorito, y no podía más que blasfemar. En fin, el
ambiente que generaba Jean Pierre era sin duda muy suyo.
Habría de
maldecir un poco luego su suerte debido a la excesiva sudoración de quién iba a
su lado:
- - ¿Cómo
es su nombre, discúlpeme?
- - Johannes
Bach.
- - Una
lástima que un ser con tal nombre y tal apellido no pueda usar un desodorante adecuado
para la época, sin ofenderse, puede usted irse a la Mierda.
- - ¿Cómo
quiere que no me ofenda si acaba usted de mandarme a la Mierda? Disculpará
usted, hoy no es mi mejor día, mi equipo pierde y nadie siquiera habla de él,
pero usted, que se le ve tan bien, debería de vez en cuando irse a la Mierda.
Jean
Pierre, quién sin duda ya no podía captar las cosas intangibles que el destino
lo dejó alguna vez alcanzar a percibir, se bajó inmediatamente del autobús,
pensativo.
- - De
ahora en adelante para ahorrarme tantos inconvenientes compraré un carro.
Acto
seguido, caminó a comprar un periódico, pero vio que no le quedaba un centavo y
recordó que en aquella peculiar ciudad llamada ‘Flor del potrero’ sólo podría comprarse un carro al tener acceso a
un periódico.
- - Vaya
suerte –maldijo--. Creo que el único periódico de hoy lo tiene aquel señor.
No sobraría
mencionar que en aquella ciudad de mierda sólo salía a relucir un periódico al
día, así que si quería un carro en ese mismo instante, tendría que ir a buscar
al tal Johannes Bach, nombre peculiarmente fácil de recordar. Sin embargo,
debido al característico orgullo de los habitantes de esa ciudad, preferirían
irse a la Mierda antes de pedir perdón a causa de mandarlo hacia tan relevante
ciudad.
Dicho y
hecho. Jean Pierre mandó recoger sus cosas, aunque no tenía, y se mandó a mudar
con su padre a la Mierda, donde salían miles de periódicos por día, y aunque
con noticias de ninguna importancia y opiniones totalmente sesgadas por
posiciones políticas, al menos no había que ser culto y leer un periódico
denso, pesado, lleno de cosas que a él no le interesaban y por demás difícil de
conseguir para obtener un medio de transporte en el cual no tuviera que
relacionarse directamente con otras personas y mandarlos a la Mierda, acto
totalmente inútil e irrelevante tratando con los ciudadanos de aquella ciudad.